Buen domingo a todos, tal como dije en la entrada de anoche.
Después de solucionar un cierto problemilla con el relato, finalmente puedo
publicarlo en el blog. Con todo el cariño del mundo se lo dedico a Alfonso que
obviamente fue mi inspiración para conseguir este relato saliera de mi cabeza y
que por supuesto está basado en su novela De Madrid al Zielo.
La Avenida Albufera donde transcurre parte del relato.
Y el Instituto Vallecas I que es donde estudie hace años.
Y ahora si os dejo con el relato, que espero que también disfrutéis con su lectura. Un saludo y hasta la próxima entrada.
Este relato está ambientado e inspirado en la
historia y novela “De Madrid al Zielo” de Alfonso Zamora Llorente. Y va
dedicado a el, con todo el cariño de un lector vecino y amigo del barrio, que
ha disfrutado como un niño de su primera novela.
El caos de la Avenida Albufera
Desciendo
caminando a paso lento pero tranquilo por una de las amplias aceras en
dirección a mi casa, cuando ya es casi mediodía y aunque tengo mi mente ocupada.
Pensando en mis cosas, especialmente en el dichoso libro que le compre a Marina,
mi mejor amiga desde la infancia. Dado que su cumpleaños fue hace apenas unos
pocos días y tras estar buscando un libro en concreto durante dos semanas, va y
me dice que ya lo ha leído. Lo cual me obliga ahora a buscar otro y sinceramente
no será una búsqueda sencilla pero no tengo otra.
Mi estómago
ruge impaciente a causa del hambre, lo cual hace que me olvide de todo lo
demás. No tengo ganas de esperar un autobús, o de coger el metro que tarda una
barbaridad. Así que bajo por la Avenida
Albufera a paso más acelerado. Sin embargo, no puedo evitar
observar el instituto donde estudié, hace unos cuantos años ya. Cada vez que
paso por sus puertas me trae muchos recuerdos de aquellos días en que lo tenía
que pisar a diario. Por un momento pienso en pasar a saludar a algún profesor
pero mis tripas reclaman de nuevo algo que llevarme al a boca y por lo tanto,
esta vez no me detengo como en otras ocasiones.
Continúo con
mí camino, mirando hacia el suelo. Cuando entonces un fuerte ruido llama mi
atención, me volteo para ver qué sucede asustado y sorprendido. Un coche ha
chocado con otro, de repente en medio de la carretera. Uno de los conductores
ha tenido que dar un fuerte y precipitado frenazo sin avisar lo cual ha llevado
al coche que estaba en su espalda hacer lo mismo y que inevitablemente choraran
violentamente.
Aunque me
muero de hambre la curiosidad es muy poderosa, y me acerco un poco para ver la razón
por la que ambos coches han chocado así de repente. Enseguida obtengo la respuesta;
hay una persona parada en el medio de la carretera. El conductor del coche que
casi lo atropella, sale inmediatamente del vehículo, hecho una furia y
dispuesto a increpar al tipo que casi se lleva por delante.
Entonces sin
mediar palabra alguna, el hombre que estaba parado en mitad de la carretera, reacciona
repentinamente avalándose sobre el conductor que le está diciendo de todo, mordiéndole
en lado derecho de la cara. La reacción es instantánea y el pobre diablo pega
un desgarrador aullido de dolor. La sangre sale con fuerza de su cuello
disparada a todas las direcciones, este cae al suelo con la cara totalmente
destrozada.
– ¡Ostia puta!!! – Grito por la impresión.
Todos los que
presenciamos la escena quedamos paralizados por unos largos segundos, hasta que
es una mujer la primera en actuar y se acerca a auxiliar al hombre que yace en
el suelo y desangrándose como un cordero degollado.
Cuando el
causante del mordisco, se abalanza sobre ella como si de una fiera salvaje se
tratase, tirandola al suelo y mordiéndola con fuerza. La mujer grita aterrada y
adolorida, ese tipo le ha mordido en medio de la yugular del cuello. Si no la
ha matado, poco le quedara para estar muerta.
Mi cuerpo
finalmente reacciona y empiezo a correr como alma que lleva el diablo, tremendamente
acojonado. Se me han subido los testículos a la garganta.
Bajo dirección
a mi casa. Apenas llego a la calle Montigueldo, giro sin ni siquiera mirar
hacia atrás, o si he chocado con alguien o no. No puedo pensar en absolutamente
nada, sólo en lo que he presenciado con mis propios ojos.
Sigo corriendo,
totalmente llevado por la adrenalina y el miedo, esperando llegar cuanto antes
a mi casa. Dejo atrás la parte baja del bulevar, cuando entonces me parece
escuchar a lo lejos otro accidente, aunque una pequeña parte de mi siente
curiosidad esta vez no me detengo. Sólo deseo llegar a mi casa y sentirme
seguro.
Finalmente
desciendo por la calle paralela a mi casa, mientras busco en mi bandolera las
llaves de mi portal. Cuando las saco del bolsillo interior, por los nervios se
me caen de las manos y se me caen al suelo. Tengo que frenarme en seco, para
agacharme y cogerlas.
Echo mi vista
hacia atrás y no veo a nadie, pero eso no me tranquiliza nada y vuelvo a
emprender la carrera. Enseguida llego a mi portal después de una larga y
fatigosa carrera. En la puerta hay un vecino abriéndolo, sin importarme lo mas
mínimo quien es, lo empujo y entro corriendo. Solamente llego a atinar a
escuchar que me maldice o me dedica algún improperio pero no me importa, solo
quiero llegar a mi casa de una vez.
Por fin logro
entrar en mi casa, que esta situada en un primer piso. Cierro la puerta de un
golpe y lo primero que hago es comprobar que esta mi madre, la cual esta viendo
la televisión tranquilamente. Está viendo el telenoticias del mediodía, ella me
mira sorprendida, cuando me ve tan agitado y acelerado.
– Mama, algo muy raro está pasando, joder lo
que he visto. – Digo exhausto casi asfixiándome.
Intento
explicarle con palabras, la situación que he presenciado unos minutos atrás,
mientras me dejo caer en el sofá de mi casa. Junto a mi madre, que me mira
entre incrédula y desconfiada. Pero no tengo palabras exactas para definir bien
lo que he visto.
– Joder, esto es real… Parecía como las
imágenes que salían en la tele de lo que sucedió en Alemania. Es como si esa
mierda hubiera llegado a nuestro país, a nuestro barrio. –
Me mantengo
sentado unos segundos pensando en lo que he visto, no puedo quitármelo de la
cabeza. Y entonces me levanto de golpe, empujado por un impulso cerebral. Tomó
el teléfono, y empiezo a marcar el número de teléfono, tras varios tonos
descuelgan… Es ella.
– Marina, soy yo Jesús… Escúchame, déjame
hablar, no digas nada. No salgas de tu casa y díselo a tu hermana y a tus
padres. Si no están allí, llámalos rápido y diles que vuelvan cagando ostias y
quedaros allí. Pero ni se te ocurra salir a buscarlos. –
– Pe… Pero ¿Qué está pasando? He escuchado gritos en la calle y estoy
viendo gente correr. –
– ¡Haz lo que te he dicho! Voy a llamar ahora
mismo a Carlos y le voy a decir lo mismo. Te llamare más tarde. Adiós. –
Cuelgo el
teléfono, exhalo un breve y corto suspiro y seguidamente, llamo a mi mejor
amigo Carlos.
Le digo lo
mismo que le conté a Marina, el parece entender mas rápido la situación, atina
a decirme que varios coches han chocado y que hay gente corriendo y gritando por
la Avenida Albufera. Le digo que se quede en casa y que avise a su familia para
que se resguarden.
Después voy
llamando uno a uno a los miembros de mi familia; mis primos, mis tíos, mis
abuelos. La situación es mucho peor de lo que en un principio imagine. No solo está
sucediendo en Vallecas, también está ocurriendo en otros barrios de la ciudad.
No se que esta
pasando, pero cuando miro por la ventana de mi terraza; veo gente correr en
dirección opuesta a la Avenida Albufera,
dirección a Entrevías y Méndez Álvaro. Escucho gritos por todas partes, me
cuesta creerlo pero parece como si el barrio o incluso la ciudad entera estuviera
sumiéndose en el caos más absoluto.
Y aunque no lo
supe en ese momento, este es el principio de la caída de Vallecas y del resto
de la civilización humana.